domingo, 4 de marzo de 2007

Mi nombre es X

Desempolvando el papel sucio que sacó de ese cajón perdido, se sienta, toma la carta y lee:

"Mi nombre es X. No, no estoy tratando de ocultarlo, es mi nombre real (si es que esa palabra significa algo), el que me pusieron la mañana que me llevaron al registro civil mi mamá y mi papá - antes de que pregunten, mis padres tenían nombres como los de ustedes, mas "conocido", digamos - y me anotaron. Además, ocultar el nombre propio no sólo es de canallas, sino que además es totalmente inútil. Pero eso es harina de otro costal, si se me perdona el lugar común.

Mi nombre es X, decía; y estoy muriendo. Los detalles que me arrebatan de este mundo, quizás uno de muchos, quizás el único, quizás sólo ilusión o sueño de algún loco, no vienen ahora al caso. Solo dirijo esta carta a quien la encuentre, pues el día que sobrevenga lo inevitable de seguro se harán alguna que otra pregunta. Será un consuelo, al menos poético (o romántico, si se quiere), que haya alguna constancia de mi paso por aquí, de mi historia, de mí mismo. Y es mejor si esa constancia viene de mi puño y letra.

Si hay algo que quiero que se recuerde de mí, es que he amado; no con el cuerpo o la mente, o el corazón o el alma, sino con todo mi ser, entero. He amado con una amor completo, íntegro y verdadero. He amado con mi pasado y mi futuro, y he amado también con mi presente, que es más difícil. A la más grandiosa mujer que pudo existir alguna vez, también la mas cruel, o la mas ciega; a ella la he amado.

A esta mujer debo todo: jamás he estado más vivo que cuando estuve a su lado. Jamás supe hasta el día en que vi sus ojos y toqué su pelo lo que se siente sentir, estremecerse absolutamente por una caricia mínima, o por una mirada al pasar. Debo decir que
también sentí la muerte cuando ella partió de mi lado.

Por eso, lector; tú que sostienes en tus manos esta carta, no me llores, ni te espantes por una cosa tan común como la muerte. Piensa que antes de morir ya había vivido más de lo que puede vivir cualquier persona. Piensa que cuando vino la oscuridad me encontró ya muerto. Pero piensa, también, que aquí en el mundo hay miles como yo, y miles como ella, pero que no siempre se encuentran entre los millones que difieren (y quizás está bien que así sea); piensa que hoy tienes en tus manos retazos de la escritura de alguien que amó verdaderamente y que eso nos hace a tí y a mí privilegiados.

Mi nombre es X, lector, pero ya no importa."

Coloca el papel sobre la mesa y se dirige a su mujer, continuando la charla previa: "y... cuándo lo viste por última vez?"

-"Hace años, como mil años ya. Eso es lo único que me queda de él."- contesta ella, y reanuda sus tareas cotidianas.

El se recuesta, entonces, sobre el respaldo de la silla y decide que es mejor no preguntarle por qué había dejado a X, que tanto la amó.
Y, peor aún, se empieza a preguntar si realmente será capaz de amarla por completo algun día.

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